Las familias de Baabdat
Todo suceso tiene su consecuencia: cada emigración tiene su razón de ser, porque un hombre, quienquiera que sea, no se aventura a hacer algo tan drástico como lo es el hecho de cerrar las maletas y buscar una patria sustituta, si no ha perdido toda esperanza en la posibilidad de poder subsistir en la tierra donde está la cuna de su vida.
Ya sabemos que las migraciones no se originan en el ayer inmediato. Al contrario, están profundamente relacionadas con la historia de los pueblos porque es, quizás, una de las principales causas del desarrollo de las civilizaciones y de su expansión.
¿Cómo se manifestó en el Líbano este fenómeno extendido por el mundo entero?
La emigración libanesa y la historia libanesa tienen la misma edad. Es la historia de un pueblo que, ante las continuas amenazas, luchó y combatió por la libertad, la independencia y por una vida digna. Navegó por los mares y cruzó los continentes buscando un futuro mejor.
Los primeros datos de la emigración libanesa aparecen en la era de los fenicios, que utilizaron la navegación para viajar y comerciar. Cubrieron así grandes distancias y colonizaron cada país al que llegaron. Inventaron el alfabeto, base de nuestros idiomas escritos, y lo llevaron a todo el mundo. Llegaron al norte de África: allí fundaron la ciudad de Cartago, actualmente Túnez, que compitió con Roma en varios campos. Se instalaron en Grecia y en varios territorios del Imperio romano. Ampliaron sus conquistas hasta España y las costas de Inglaterra. El continente europeo, como se sabe, tomó el nombre de una niña fenicia, Europa.
Los fenicios cruzaron el Atlántico, bordearon el continente africano y llegaron a América antes que Cristóbal Colón. Así lo atestiguan muchos signos hallados en Brasil grabados en la roca, en Pouso Alto en la región de Paraíba, como también en Pedra de Gávea, en el estado de Río de Janeiro. También hay escritos en los Estados Unidos, en la roca de Dighton Rock en el estado de Massachusetts, que afirman lo mismo.
Los libaneses viajaron principalmente buscando comerciar y obtener medios de subsistencia. Gradualmente, a lo largo de las décadas, estos traslados se convirtieron en una prolongada expatriación, de larga duración...
La emigración se intensificó en la Edad Media, especialmente en el área del Monte Líbano cuyos hijos frecuentaron las que entonces eran capitales mundiales del comercio como Pisa, Génova, Niza y Venecia. Durante la invasión de los mamelucos (soldados de una milicia privilegiada de los sultanes de Egipto) la emigración se convirtió en una huída de la persecución religiosa y los nuevos destinos fueron Jerusalén, Rodas y Malta.
Las guerras desempeñaron un papel importante en la emigración porque convirtieron al Líbano en un lugar de hechos absurdos, teatro de luchas y revoluciones principalmente extranjeras.
Los verdaderos habitantes de este país, especialmente los cristianos de la montaña, enfrentaron presiones, persecuciones, sufrimientos espirituales y materiales, que los obligaron a elegir la emigración para escapar de la dolorosa realidad.
Finalmente, la expatriación real y extendida, comenzó prácticamente en 1860 y continuó hasta 1920, fecha de la creación del estado del Gran Líbano. La emigración disminuyó relativamente después de este anuncio, pero se reactivó a mediados de los años setenta del siglo pasado, precisamente con el comienzo de la guerra libanesa, y continúa hasta hoy.
El movimiento migratorio libanés hacia el continente americano, en la primera y segunda década del siglo XX, tuvo un gran desarrollo. La emigración se hacía principalmente de manera aleatoria, rápida, sin estudio o reflexión previos... porque al emigrante no le importaba mucho el lugar donde se instalaría. Su primera preocupación era liberarse de la extrema pobreza y de la injusticia que sufría en su patria. En otras palabras, el baabdatense aceptaba vivir en cualquier lugar que le pudiera asegurar conseguir un trabajo razonable que le permitieran obtener algún beneficio.
De esa manera, enviaba una parte del dinero ganado a su familia y guardaba el resto como un capital en previsión de que decidiera regresar a su patria, a su tierra, su país natal.
Como dijimos antes, los motivos y causas de la emigración libanesa en general, son los mismos de la emigración baabdatense, pero hay factores y motivos especiales que alentaron la emigración de los libaneses a unos países más que a otros.
La primera emigración libanesa se dirigió al continente americano. Los primeros emigrantes libaneses se hicieron comerciantes, en contraposición a su trabajo en el Líbano, consistente sobre todo en la agricultura. Se convirtieron en comerciantes ambulantes, conocidos en Brasil como "mascates" y en los Estados Unidos como "peddlers". También eran llamados "comerciantes del "kachche" que en portugués significa "la caja". Los libaneses adoptaron el comercio ambulante porque era una actividad que no requería experiencia, ni estudios, ni conocimientos avanzados de los idiomas, y porque era un comercio de beneficio rápido y totalmente independiente, un trabajo sin horarios que tenía como único requerimiento una caja de madera cuyo peso podía llegar a los 50 Kg. El vendedor la transportaba en la espalda, recorriendo grandes distancias a pie, haciendo viajes que empezaban al amanecer y no terminaban con la llegada de la noche. Llevaban en la caja artículos variados: hilos, agujas, alfileres, calcetines, jabón, cigarrillos, peines, espejos, perfumes, lencería, telas y ropa... y los vendían en las calles de las ciudades y en las zonas rurales.
Los libaneses fueron también conocidos como "los turcos de los créditos" porque vendían sus productos a crédito. En algunas zonas se los llamaba "dueños de la percusión" porque el medidor de madera que utilizaron para las telas era como un martillo que se componía de dos piezas de madera unidas con una tira de cuero, y cuando una pieza golpeaba a la otra, se oía un "trac, trac" que anunciaba la llegada del vendedor ambulante.
Los vendedores ambulantes comenzaban muy temprano su trabajo y recorrían calles y carreteras buscando posibles compradores. Soportaban el calor, el frío, la lluvia. Llevaban pan, queso y bananas para la única comida que podían procurarse durante el día. Transitaron las regiones de este a oeste, de norte a sur. Caminaron por suburbios, por ciudades importantes, por granjas, bosques y llanuras remotas; cruzaron senderos fangosos y difíciles a pie o a lomo de caballos y mulas.
Los que eligieron la emigración afrontaron graves riesgos, como la dureza de los caminos, los ataques de bandidos, los animales salvajes. Supieron del hambre y durmieron a la intemperie, en los graneros o en el pasto húmedo. Sufrieron el cansancio y la sed. Sus pies se agrietaron al caminar largas distancias por terrenos irregulares. Los asaltaron los ladrones. Muchas veces perdieron a sus amigos en el camino y cientos de puertas se les cerraron en sus caras. Sufrieron humillaciones y fueron obligados a huir de las armas de fuego con que les apuntaron algunos agricultores. Tuvieron que huir de perros rabiosos. Pero siempre supieron esperar, y superaron las dificultades con inteligencia, basándose en el conocimiento que algunos de ellos adquirieron con respecto a las tradiciones y costumbres de los países donde estaban.
El comercio ambulante les procuró una vida mejor: pudieron, con el tiempo, abrir tiendas en varios lugares y poco a poco su reputación empezó a crecer. Sus hijos accedieron a estudios superiores y sobresalieron en varios campos: la industria, la agricultura, la política, la medicina, el derecho, el comercio, la ciencia, la ingeniería, la banca, la literatura... Llegaron a posiciones importantes y de alto nivel que hicieron de ellos personas distinguidas.
Gracias a su privilegiada posición, como lo indican la geografía y la historia, como se la constata en la realidad y en la mente de todos los que conocieron el Líbano o vivieron en su territorio, el Líbano mereció el apodo de puente entre Oriente y Occidente.
Quizás es su morfología geográfica - que impulsó su apertura al mundo - la que contribuyó a la formación de las características típicas de los libaneses: el amor a la libertad, la apertura, el espíritu de aventura, el comercio y por supuesto, la facilidad de decidir, en algunos casos, cerrar sus maletas y tomar un barco para establecerse en otro lugar, en otra tierra, donde se les abrieran las puertas a los que buscaran medios de vida dignos.
Pero también su situación geográfica le jugó en contra por la lentitud de las comunicaciones y con ello, por el desconocimiento de los avances tecnológicos en la producción agrícola e industrial existentes en otros países.
La agricultura
Antiguamente en el Líbano se consideraba a la agricultura como medio fundamental de vida y de superación de la pobreza. Pero desgraciadamente y por diversas razones, la agricultura no pudo garantizar la continuidad de la producción de los recursos necesarios. Entre otras, por:
- La falta de tierras aptas en las zonas montañosas y rocosas.
- La ignorancia de los campesinos acerca de técnicas avanzadas de cultivo y la sucesión de periodos de sequía.
- El desarrollo del cultivo de la morera, para la cría de gusanos de seda, a expensas de otros cultivos.
- El feudalismo autoritario, especialmente en las provincias dominadas por el Sultanato Otomano, la explotación de los agricultores y la imposición de cargas onerosas que los agobiaron.
- La aplicación a los agricultores de todo tipo de exacciones y de trabajos forzosos.
- Los agricultores libaneses se veían obligados a vender su producción a los acreedores a precio vil, en pago de las deudas contraídas por préstamos.
- Las plagas que afectaban a los cultivos y que causaban graves daños a los agricultores.
- Las dificultades en la distribución y comercialización de la producción.
- Los agricultores estaban sujetos a impuestos dobles y estaban obligados a pagarlos. En todas partes del Líbano se produjeron revoluciones en rechazo de los impuestos aplicados a las personas de edades entre los 18 y los 60 años. No sólo se quejaron por los impuestos exorbitantes, sino también por la manera cruda y arbitraria de recaudarlos. Esto era perjudicial para los intereses de los agricultores y los obligó a abandonar el país.
Aparte de considerar el sufrimiento de los campesinos, surge la pregunta: ¿cuáles eran los cultivos en los campos libaneses?
Los principales cultivos que enriquecieron la vida de los libaneses eran las vides, los olivos y las moreras. Los olivos, plantados en la mayor parte de las zonas costeras y de montaña, constituyeron un elemento esencial en la vida de los libaneses. Sin embargo diversos factores, tales como la disminución de los precios como consecuencia de la invasión del aceite de sésamo europeo, menguaron la producción de aceitunas y la utilidad de su cultivo.
El cultivo de la vid, segunda producción agrícola más importante en el Líbano después de la cría de gusanos de seda, también decayó por falta de establecimientos aptos para la producción de vinos y de araq (bebida alcohólica libanesa extraída de la uva).
La situación fue de mal en peor luego de la aparición de enfermedades que afectaron a los viñedos y que los agricultores fueron incapaces de dominar debido a sus técnicas primitivas.
El cultivo de la morera fue una de las producciones agrícolas más importantes en el Líbano. Reportaba buenas ganancias, permitiendo una mejora en el nivel de vida. Se destinaba a la cría de gusanos de seda y a la consiguiente producción de este hilado. Se optó por este cultivo porque era imposible sembrar cereales en la montaña.
Sin embargo y a lo largo de los años, este sector afrontó muchos factores adversos, lo que condujo a la desaparición de la producción de la seda.
La industria
Las industrias libanesas de los tiempos pasados estuvieron limitadas a pequeños y simples proyectos familiares así como a trabajos manuales, artesanales y simples como la hilandería de seda, los tejidos de lana y de algodón, el curtido, la fabricación de jabón, la zapatería, la costura, la destilación de alcohol y la extracción de aceite...
La industria de la seda fue muy importante en la economía nacional y el agricultor libanés se dedicaba con empeño a la cría de gusanos de seda.
La producción de seda llegó a constituir aproximadamente el 60% de los recursos de la zona montañosa y se exportaba especialmente a Francia. Pero la cría de los gusanos de seda y la industria de la seda no tardaron en retraerse por varios factores. Entre ellos:
- Las enfermedades que afectaron a las moreras y a los gusanos de seda.
- La ignorancia del agricultor y del industrial de los métodos agrícolas e industriales modernos en la producción de la seda y de los textiles.
- La competencia con las industrias textiles extranjeras, baratas, hermosas, hechas con precisión.
- La construcción del canal de Suez en 1769, lo que abrió la puerta al lejano Oriente. La seda japonesa o china compitió con la seda libanesa en los mercados europeos.
Todos estos factores contribuyeron a que un grupo de comerciantes perdiera su capital y causaron el cierre de un gran número de fábricas textiles en lugares conocidos por esta actividad, como Baabdat, donde había doce hilanderías de seda antes de la primera guerra mundial. Eso se tradujo en el desempleo para los agricultores y los pequeños industriales y obligó a muchos de ellos a emigrar en busca de trabajo en otro lugar.
El comercio
Algunos libaneses comenzaron a dedicarse al comercio, pero pronto fue difícil confiar demasiado en este sector, especialmente en la montaña, debido a la falta de salidas naturales al mar y la carencia de mercadería suficiente, por no mencionar la falta de campos de trabajo. Eso incitó a muchos a dejar su patria a fin de asegurarse la vida afuera.
Además los medios de comunicación eran pocos y malos y el transporte se hacía a lomo de burro o de mula...Se temía viajar de un lugar a otro a causa del ataque de ladrones, bandidos y hombres con poder.
La política otomana en el Líbano contribuyó a la aceleración de la emigración de algunos libaneses. Además, las diferencias religiosas influyeron en muchas decisiones clave, lo que provocó la debilitad del Monte Líbano. Los otomanos fueron los primeros beneficiaros de estas diferencias y trabajaron según el lema: "¡Divide y vencerás!"
En 1860 hubo matanzas entre los maronitas (los maronitas son católicos de rito oriental, precisamente el rito maronita. Reconocen la autoridad del Vaticano y su nombre se debe a San Marón) y los drusos (los drusos son un grupo religioso perteneciente al Islam). Las matanzas se produjeron en casi todo el territorio libanés y sus víctimas fueron miles de cristianos. Se produjeron saqueos, vandalismo, y la destrucción de cientos de casas, escuelas, monasterios, templos y aldeas.
Después de estas masacres, intervinieron algunos países europeos para conseguir, en junio de 1861, un acuerdo con el poder otomano. Como resultado, surgió un sistema conocido como el Protocolo, que separó las zonas del norte, del sur, del Beqaa y de Beirut, ricas en llanuras agrícolas, de la zona del Monte Líbano, rica en montañas rocosas. Las primeras zonas fueron entregadas al poder directo del sultanato otomano, mientras que un gobernador cristiano pero no libanés administró el Monte Líbano. (El Imperio Otomano gobernó la región árabe y los Balcanes hasta el año 1918. La Turquía actual se convirtió en una república en 1923 después de su derrota en la primera guerra mundial).
El sectarismo fue la base del sistema de gobierno y los habitantes se encontraron ante dos opciones: la emigración o la hambruna. Todo eso coincidió con la imposición de nuevos impuestos en la montaña y el reclutamiento forzoso en las zonas que estaban bajo la autoridad del Imperio Otomano. Se trató de hacer turco al pueblo libanés por medio de la imposición de la cédula de identidad otomana, lo que provocó la emigración de muchos libaneses para escapar de una realidad dolorosa que era imposible cambiar. (Por eso los inmigrantes libaneses fueron llamados turcos. Desgraciadamente, por ignorancia, esta denominación sigue existiendo hasta hoy y algunos llaman así a las personas de origen libanés o sirio).
Para ilustrar más claramente la situación que atormentaba a la población del país, citamos las palabras de un inmigrante que llegó a Brasil en 1891, escritas en una carta a su familia:
"Ahora nos sentimos libres en el país de la libertad. Siempre manifestamos libremente nuestras palabras y acciones y no le tememos a nadie. Viajamos de un país a otro y llevamos con nosotros el dinero como si estuviéramos en los brazos de nuestra madre. Nunca nos preocupa la posibilidad de encontrar a los bandidos del valle Wadi al Qarn (entre Siria y el Líbano) ni a los caballeros curdos en Al-Moualaqa (cerca de Zahle, la capital de la provincia de la Beqaa) ni el asalto de los hombres fuertes de Beirut, ni de alguien que vaya a robar nuestro dinero y nuestras pertenencias en el puerto... Este es un recuerdo que me duele demasiado".
La injusticia del gobierno turco fue una de las razones más importantes que condujo a que mucha gente perdiera la esperanza de vivir dignamente en su país y decidiera emigrar a otras tierras. En este contexto, se les preguntó a algunos expatriados el motivo de su emigración. La respuesta: el factor político ha sido la causa principal de la emigración. En la casa de un inmigrante, un escritor vio escrita la siguiente expresión: "Aquí estamos, con los hijos, felices en la libertad".
El factor religioso es una de las principales razones que impulsaron o pueden impulsar a la gente a emigrar. Señalamos aquí que los libaneses habían permanecido, durante generaciones, lejos de todo lo que pudiera perjudicar las relaciones de amistad entre las diferentes confesiones y religiones, pero con la llegada del gobierno egipcio en 1831, éste quiso aliviar las tensiones religiosas entre los musulmanes y los cristianos provocando disputas entre estos y los drusos. Esta desgraciada situación no fue creada por el pueblo libanés sino por las intrigas mundiales y las ambiciones coloniales.
La sociedad libanesa se divide, grosso modo, en dos clases:
Los campesinos y los gobernantes y señores dominantes. Los maestros vivían en la prosperidad y la abundancia mientras que los campesinos soportaban la humillación, la pobreza y hasta la indigencia. Las casas de los pobres, hechas de adobe, consistían en una habitación grande sin divisiones, donde vivían los miembros de la familia y el ganado. El suelo de la habitación era de tierra alisada. Además, mientras la población aumentaba, los recursos disminuían sembrando la angustia en los corazones. Esta fue una de las razones más importantes, por no decir la razón principal, que condujo al ahogo económico real y a la emigración. El desempleo aumentó y una gran parte de los libaneses carecía de lo necesario sin poder encontrar otra solución que la emigración a los problemas de la subsistencia.
Los avances médicos de Europa, tales como la vacunación y la prevención de enfermedades, contribuyeron a elevar el nivel de salud y a disminuir la mortalidad, lo que produjo un aumento desproporcionado de la población en las zonas montañosas.
En este contexto, el politicólogo y sociólogo baabdatense Naum Kesruan Labaki, considera que "el quiebre social fue uno de los factores más importantes que empujaron a unas doscientas mil personas a salir del Líbano. El quiebre fue así considerado como madre de la emigración".
Por otra parte, la educación se desarrolló gracias a las misiones extranjeras y a las instituciones religiosas. Se difundió la imprenta, se abrieron escuelas y universidades, especialmente la Universidad Americana en Beirut en 1834, seguida por la Universidad francesa de San José en 1875, hoy unas de las universidades más importantes en el Líbano y en el Medio Oriente. Las estadísticas de 1914 mostraron que la tasa de alfabetización en el Líbano llegó al 50%, la proporción más alta en todo del mundo fuera de Europa y de América del Norte. Ese porcentaje tan alto fue una razón más para la emigración.
Además de todo esto, el sultanato otomano cerró las puertas de la libertad, en particular la libertad de opinión, de expresión y de prensa.
Los esfuerzos de los misioneros y los mensajeros
En el siglo XIX se activó en varios ámbitos el movimiento de las instituciones misioneras de católicos y protestantes, en particular en la educación y en la salud, lo que impulsó un movimiento intelectual, cultural, social y económico y favoreció la construcción. Surgió una clase educada y desempleada, con el deseo de mejorar su situación económica y social. Otra vez la emigración fue la ruta para lograr esos objetivos.
El movimiento turístico
El movimiento turístico hacia el Líbano y al Oriente era muy activo por la abundancia en sitios arqueológicos y por ser tierra santa para los cristianos. Era natural que los turistas llamaran la atención por su apariencia y ostentación de bienestar. Esto inspiró a algunos libaneses a marcharse, a emigrar en busca de dinero, de bienestar y de cosas buenas.
Los esfuerzos de los acreedores, el papel de los gestores y las tentaciones de los emisarios
El libanés nativo intentó buscar suerte en otro país. De esta manera quizás podría superar la situación en la que vivía. Con el fin de asegurarse el precio del billete y los gastos del viaje, hipotecó lo que tenía: una casa o un pequeño lote de tierra. Se comprometió por escrito y de palabra a pagar la deuda y los intereses cuando obtuviera beneficios en el país de destino.
Además el viajero necesitaba de una gran cantidad de trámites y preparativos para salir... Y tenía que ser asistido por un gestor para garantizarle un documento otomano que le permitiera viajar, a cambio de un puñado de dinero. La misión no sólo incluía los gestores, sino también guías y emisarios que iban a las aldeas e instaban a los jóvenes a emigrar.
Los mensajes de los inmigrantes a sus familias
El inmigrante abandonaba su familia y su pueblo dejando atrás a un mundo a la espera de recibir cartas que comunicaran sus experiencias. Cada carta era un hecho histórico para el pueblo. Parientes y no parientes se reunían y leían la carta varias veces a la audiencia allí presente. A continuación se hacían tertulias e interpretaciones que alimentaban la curiosidad, los celos y la sorpresa por las riquezas del mundo y los nuevos campos de trabajo. Algunos iban un poco más lejos para comparar lo que el inmigrante ganaba por día y lo que ganaba en un mes o en un año el que había decidido quedarse en su país. La mayoría de las cartas convocaba directamente a los padres y a los hermanos a abandonar el hogar y a unirse al viajero.
Los fondos de los expatriados
El dinero que enviaban los inmigrantes para ayudar a sus padres era muy valioso y también una prueba tangible de la riqueza de los países de destino. Al mismo tiempo, motivaba a la familia a reunirse a sus inmigrantes en aquellos países.
Los decepciones y problemas personales
Otras motivaciones, tanto personales como familiares, condujeron también a la emigración de los libaneses, incluyendo las disputas que surgieron entre dos familias o entre los miembros de la misma familia, incluso entre los cónyuges o después de la disolución de un noviazgo, como también las disputas entre vecinos, el delito de asesinato, la quema de productos agrícolas, la pérdida de los animales de transporte o de labranza, la huída de la justicia y de la ley, el horror y el miedo como consecuencia de algunos incidentes de seguridad, los ataques y otros ... ¡Hubo muchas razones, pero el resultado era siempre el mismo: la emigración!
La emigración libanesa no cesó con el transcurrir de los años; A veces se agudizó, en otros momentos disminuyó. En los años veinte del siglo pasado, la emigración se reanudó en busca de trabajo y de mayores ganancias. Los jóvenes libaneses deseaban ganar buen dinero y mantener a sus familias que habían languidecido durante la guerra, bajo el yugo de los otomanos y su persecución. Habían sufrido enfermedades, miedo, angustia, hambre ... La emigración más reciente comenzó desde la declaración del Estado del Gran Líbano en 1920, pasando por la proclamación de la República Libanesa en 1926 y la independencia del Líbano en 1943, con el fin del mandato francés sobre el Líbano.
En 1975 se desató en el Líbano una guerra ajena que causó la muerte de cien mil libaneses, heridas a más de un cuarto de millón y el desplazamiento de más de ochocientas mil personas.
Por razones políticas y de seguridad, como también por razones sociales y económicas, la emigración es todavía activa y se acelera, por desgracia, cada vez más hasta hoy.